Monday, February 8, 2010

Sin título


Well back home are no floods or tornados
Baby and the sun shines every day
–S.R.V.-


Cuando dijo aquellas palabras, ya era demasiado tarde. La noche ya había inventado una alcoba con tantas sombras que, cuando menos lo pensé, los cuerpos se habían borrado irremediablemente. Quedó exhausta la cama, y en la mesa de al lado, un cigarrillo agonizaba dibujando rizos con un suspiro de humo que se enredaba como brazo inquieto en la lámpara dormida. Stevie RayVaughan nos calló durante cinco minutos y veinte segundos atestiguando un ritual de pensamientos posteriores a los ruidos y a la humedad compartida. En ese momento, supe que sólo había lugar para el “bending” de esa prodigiosa guitarra, como los ecos de ese ansioso sexo transitando la media luz hasta apagarse.


Es cierto, era tarde, pero ella me lo dijo, no sin antes oír mis quebrantos, mis quejas por el tiempo y la distancia. Aunque ella lo detestaba, tuvo que repasar –de nuevo- mis diseños de tardes y madrugadas en antepospretérito, mis cuentos desfasados por el olvido de ambos, acerca de amantes perseguidos por la luz diurna para no ser vistos invadiendo moteles, siempre con esa premura con la que las manos se hacen furiosos puños al devorar sábanas tibias... Me oyó sin escucharme. Miró las yemas de mis dedos para buscar algo más que su propia piel, para mucho más que reconocer el aroma de su cabello ahora revuelto.


El reloj traicionó la posibilidad de un epílogo prolongado. Cada quien forcejeó con su ropa, pero sobre todo con la disyuntiva situada entre la razón y el sincero deseo de recuperar cada pieza. La vi voltear hacia la cama, y entre sus labios se asomó un suspiro que me quitó la soledad por un instante. La sentí tan mía, que antes de dirigirme a la puerta se me escapó la mano del bolsillo para resistirme a la despedida. Quise decir algo... no sé, cualquier cosa. Lo sabía, era muy tarde; pero ella me dijo “shhhhhhh”... y entonces supe que ésta era una de estas historias, pero sin ninguno de esos signos de puntuación que cortan con su monotonía el placer elemental.