Saturday, October 27, 2018

Octubre




Imagina que allí, en medio de una llanura pintada por el temblor de sus hojitas, tu permiso para ser y estar es un paréntesis, una rara concordancia entre una conversación interior y la tarde inclinada, en marcha. Imagina y mírate, así, presenciando el mes los vientos y las lunas (esas que se esconden), rodeado del escándalo que se insinúa con la humedad y una frase recortada. Imagina… sí, y apréndete el extravío de no ser indiferente ante calles sin fondo, esas que huelen al agua que no te toca los pies. Imagina, pues, que ocurriera lo absurdo, cuando algo parecido a lo absurdo ya sucede sin advertencia ni preguntas. Imagina y muerde la última luz con los párpados de tanto observar, recordar, extrañar. Constante. Entiende lo imposible que es ceder ante la insistencia de momentos que corren detrás de otros, amarrados al afecto, con el interés de amontonarte risas entre las manos, por si las necesitaras un día de espantos. Imagina el instinto de recargar palabras cansadas hasta de un saludo necio. Imagina (aunque no puedas) ese aire que no ves, aburrido y meciéndose cien, doscientos, quinientos sábados sobre la misma tierra blanda; mientras tú, pensando en esa oscilación adivinas el precio de un olvido, cada vez menos distante y buscando cuantas salidas existan para no ahogarse en el solemne acto de imaginar.