Árbol que, motivado a realizar un supuesto sacrificio para eclipsar la luna, fue seducido por los bordes de esa luz intacta, sin mucha dificultad. Felicito a esta luna por su enésimo triunfo sobre el mundo... y a este incauto árbol le dedico un trago de Scotch por su error insignificante entre todos los que he hecho. El crimen fue más bien una consecuencia del aburrimiento que siente la noche cuando no hay lluvia y se diluyen los insectos de las aceras.
La lejanía y la furia me la dibujaron aquel día de marzo. Ahí estaba, quieta y prolongada. No se me apareció con la soberbia ni la astronomía, sino más bien con el leve aleteo de una llovizna tardía que convoca un enrejado de humo parecido a las nubes. No dije nada. Callé como cuando enmudece una ausencia y (aún) me maldigo por ese maldito silencio de arena. Esta ahí, postrada y marmórea, flexionando sus rodillas invisibles para recoger sus restos regados por una planicie inmune a sus caprichos tectónicos… pero ¿qué fue sino un parpadeo? ¿qué fue sino un instante sin conjugaciones? Más cubierta por el odio que por nieve se quiso esconder entre las curvas y mi ceguera, pero la alcanzó un disparo certero que hace las cosas infinitas.
La tarde se hizo un puñado de atrasos, se tradujo en un par de triunfos baratos de un tiempo que muere a diario. La miré de otra forma y fui testigo de su desmoronamiento. Buscando reemplazarla busqué otro cielo, otras líneas. Busqué una tregua en el oriente, pero ese horizonte cóncavo e insolente me dio la espalda y me invadió de rencores como cristales pariendo sombras. Aquel espacio azul se hizo un borroso diccionario de perspectivas que contaban mentira tras mentira, y yo seguía callando, solemne y seco. Volví los ojos hacia aquel borroso montón de escarcha y seguí mirando hasta que los kilómetros me lo arrebataron, tramo a tramo, y finalmente bajo la ejecución trivial de una gasolinera. Seguí rodando en una venganza plural que en un segundo se hizo olvido.
En secuencia, una tras otra, se colocan así, tal y como las palabras que fingen haber tomado posesión de esta (y no otra) realidad. Parecen bancas, cierto; pero son más que eso. Son una sarta de esperas, un ejército de domingos al atardecer, o quizás el esqueleto de una conversación perdida en el pasado. Cuando dan las cuatro, después las cinco y así sucesivamente; ya no hay nada que decir. Tan sólo nos queda escuchar, sí escuchar cómo la madera se derrama y revela esos secretos que, bajo otra circunstancia, se escapan como agua.
Luna escondida
Hay lunas que intentan ocultarse en el acero y el concreto sobre el ardiente páramo... ésta, definitivamente, no pudo.
El muelle
con luces muertas se pierde en la distancia con un gesto nebuloso.
El tiempo al fondo...
se arremolina entre el concreto, se esconde en el tráfico y los ruidos. El tiempo huye de sí porque tiene miedo de sus pasos.
La luna
Comió nubes con sabor a árboles desnudos. La luna parió licántropos para enredarse en ruidos fundamentales... Nadie la vio, excepto yo que buscaba la sangre en cuellos de papel.
Tiempo
Es un juego sádico de ángulos que llena las calles, que aquieta los pasos... es el tiempo un percance invisible, un asomo a la nada y su reflejo en el vacío...
Nubes
Es agua, es algodón sembrando estruendos... es la imponente mancha merodeando el presagio de un verano cóncavo y bestial...
Tarde
Mi tarde es la tarde de los árboles y las nubes... es raquítica luz enmendando noches sin voces. Mi tarde es la tarde de los meses fríos aconsejándose una huída lenta.
Ciudad
Mito y calles, postes y tráfico cansado... Domingo en la gran ciudad de vientos y pasos con prisa.
Cielo
Cielo a través de rendijas, cortado por aceros cristalinos...
Ventana
Somos ventanas mirando ventanas, el mundo está hecho de ventanas porque el mundo es una ventana...
Espejo
Misterio y reproducción, el espejo miente, no hay nada ahí porque tampoco aquí lo hay...
La orilla
Donde se pierde el ser, donde comienza el estar y la posibilidad de ambos, en el filo y cerca de la nada, junto a todo...
Tarde
Hay tardes que asi juegan, que amenazan la monotonía y se queman de tantos trazos. Hay tardes que son fuego y explosión de recuerdos...
Rocas
Malditas y ancianas, posadas sobre el olvido y talladas por un tiempo de tempestades recurrentes. Rocas y tiempo, maldiciones sin dueño.
Abril
Se va el invierno demorando en barrer sus nieves y soltar sus brillos sobre el suelo... La nieve se viste de lluvia sin aferrarse a las aceras.
Hojas...
muertas y serenas, retoman la pausa de una siesta de nubes, frio y avisos sin ruido... hojas que son cadáveres mojados.