Thursday, November 18, 2010

La nieve


En esa confesión admití, con palabras parecidas al mármol, que el volumen definitivo de mi historia no sería otra cosa que un silencio de nieves tardías y milagros absolutos tratando de reconstruir árboles para más tarde, para ese tiempo en que se gasta la distancia mientras todo se esconde entre la amargura de los cerros y sus antiguos sueños de luz. Me pregunté el porqué de tantas ausencias, y una cruda obviedad me dejó con las manos en forma de esos relojes ondulantes que duermen en la desdicha de creerse en marcha. En medio de esa fiesta de frases, pensé en que la nieve no tiene medidas ni registros que escondan su poder cotidiano de amortiguar cada noche cayendo de forma inevitable. Mi confesión, o más bien profecía, trata de un instante que se encoje como patio, y que no regresa a la simpleza de su origen quizás porque ya lo ha olvidado.

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