Fue
a mitad del cielo (aproximadamente). Habría querido que se agachara el
sol en ese momento... Sí, habría preferido que la tarde cóncava
encontrara otro sendero hacia una fiebre boreal repleta de esos gritos
azules que guarda el aire. Pero éste no fue el ritual de despedidas que
se estaciona en el poniente. Éste fue, en cambio, un homenaje simple y
ocioso a las onomatopeyas del viento ahogándose entre las hojas anónimas
del nuevo mes, delcalzo y elemental. En esta ocasión la vejez no durmió
sobre sus colores como la evidencia del final antes de dormir.
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