Thursday, December 20, 2012
En
algún momento -imposible saber cuál-, renunciamos a la obligación de
escuchar los relojes, y en cambio permanecemos amparados en la plena
necesidad de subsistir, o más bien perduramos bajo la excusa, a veces
sobrenatural, de seguir el rastro de nuestros recuerdos más
incomprensibles. Llámese diversión o necesidad; las preguntas se
multiplican como las declaraciones contradictorias de un consenso
imaginario, a lo largo de distancias desconocidas. Posiblemente, la
madera sea la frontera primera, aunque no última, de todos aquellos
nombres pronunciados, invocados casi por casualidad a través de los años
grises. Es probable que hasta el frío abandone su firme propósito de
recorrer sus días y de forma unánime se duerma en un gesto tan
definitivo, tan incorregible como el olvido, en este drama natural del
Medio Oeste.
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